La palabra magia, evoca una de las habilidades más incomprendidas y menos estudiadas, que remonta su origen a los inicios de nuestra Humanidad. La historia registra los nombres de aquellos personajes, que demostraron conocimientos sobre algunos campos ocultos, y prohibidos, asombrando a sus contemporáneos, y que se tenían como un saber olvidado, cultivado en soledad, así como el seno de ciertas órdenes secretas.
Uno de los nombres que trascendió en esta disciplina fue John Dee, figura legendaria dentro del ocultismo, además de ser uno de los últimos representantes de la magia ceremonial que más tarde influenciaría a la Golden Dawn, que en los comienzos del siglo XX retomaría las enseñanzas legadas por Dee. La carrera de este mago, se desarrolló durante el reinado de Isabel I de en la Inglaterra en las postrimerías del siglo XV.
Dee fue una mente brillante, y uno de los hombres más atrayentes de su época. Inventor, geógrafo, alquimista, además de un extraordinario estudioso, lo convierten en una figura clave y digna de profundizar, sin embargo desde Crónica deseamos extendernos en uno de los capítulos más enigmáticos de su vida, cuya información consideramos vital, donde mundo subterráneo, viaje en el tiempo, entidades dimensionales, además de idioma angélico, es una puerta abierta a los misterios que aún siguen dominando el recién iniciado siglo XXI. ¿Fue Dee un precursor en estos campos?
Decida el lector.
LO QUE VIO JOHN DEE EN EL ESPEJO NEGRO -Los Libros Condenados - Jacques Bergier. Cap. V.
Como el abad Tritemo, John Dee existió en realidad. Nació en 1527 y murió en 1608. Y su vida fue tan extraordinaria que los novelistas la han descrito mejor, en obras de imaginación, que la mayoría de sus biógrafos. Estos novelistas son Jean Ray y Gustav Meyrmk. Matemático distinguido, especialista en clasicismo, John Dee concibió la idea de un meridiano básico: el meridiano de Greenwich. Llevó a Inglaterra, después de descubrirlos en Lovaina, dos de los globos terráqueos de Mercator, así como instrumentos de navegación. De este modo contribuyó a la iniciación de la expansión marítima de Inglaterra.
Por esto alguien ha dicho -yo no comparto esta opinión- que John Dee fue el primero que hizo espionaje industrial, pues llevó a Inglaterra, por cuenta de la reina Isabel, unos poderosos secretos de navegación y de fabricación. Fue, ciertamente, un científico de primer orden, al mismo tiempo que especialista en literatura clásica, y exponente de la transición entre dos culturas que en el siglo XVI, no estaban tal vez tan separadas como en la actualidad.
Pero fue también algo más, según veremos a continuación. En el curso de sus brillantes estudios en Cambridge, empezó, desgraciadamente para él, a fabricar robots, entre ellos un escarabajo mecánico que soltó durante una representación teatral y que sembró el pánico entre el público. Expulsado de Cambridge por brujería, se marchó a Lovaina en 1547. Allí entabló relación con Mercator. Se hizo astrólogo y se ganó la vida haciendo horóscopos; después, fue detenido por conspiración mágica contra la vida de la reina María Tudor. Más tarde, Isabel le sacó de la cárcel y le encargó misiones misteriosas en el continente.
Se ha dicho con frecuencia que su visible pasión por la magia y la brujería no era más que una «pantalla» de su verdadera profesión: el espionaje. Yo no estoy muy convencido de ello.
En 1563, encontró en una librería de Amberes un manuscrito, probablemente incompleto, de la Esteganografía de Tritemo. La completó y parece que descubrió un método casi tan eficaz como el del propio Tritemo.
Mientras publicaba la primera traducción inglesa de Euclides y estudiaba, en interés del Ejército inglés, la utilización militar de lentes y telescopios, continuó sus estudios sobre la Esteganografía. Y, el 25 de mayo de 1581, éstos superaron todas sus esperanzas.
Se le apareció un ser sobrehumano, o al menos no humano, rodeado de luz. John Dee lo llamó ángel, para simplificar. Este ángel le entregó un espejo negro, que aún se conserva en el «British Museum». Es un pedazo de antracita, extraordinariamente pulimentado. El ángel le dijo que, mirando este cristal, vería otros mundos y podría establecer contacto con inteligencias distintas de la del hombre, idea que resulta singularmente moderna. El anotó las conversaciones que sostuvo con estos seres no humanos, y cierto número de ellas fueron publicadas en 1659 por Meric Casaubon, con el título de A true and faithfull relation of what passed betwen Dr. John Dee and some spirits (Verídico y fiel relato de lo que pasó entre el doctor John Dee y unos espíritus).
Otras conversaciones permanecieron inéditas, y sus manuscritos se encuentran en el «British Museum».
La mayor parte de las notas tomadas por John Dee y los libros que estaba preparando fueron, como vamos a ver, destruidos. Sin embargo, nos quedan elementos suficientes para que podamos reconstituir la lengua que hablaban aquellos seres y que Dee llamaba lengua enoquiana.
Esta, o bien la primera lengua sintética, o bien la primera lengua no humana de que tenemos conocimiento. Es, en todo caso, una lengua completa, con su alfabeto y su gramática. Entre todos los textos en lengua enoquiana que se conservan, hay algunos que se refieren a matemáticas más avanzadas que las de la época en que vivió John Dee.
La lengua enoquiana constituyó la base de la doctrina secreta de la famosa sociedad de la Golden Dawn, a. finales del siglo XIX.
Dee advirtió muy pronto que no conseguía recordar las conversaciones que sostenía con sus extraños visitantes. En aquellos tiempos, no existía ningún aparato para el registro mecánico de la palabra. Si hubiese podido disponer de un fonógrafo o de un magnetófono, el destino de Dee, o tal vez el del mundo, habría sido muy distinto.
Desgraciadamente, Dee tuvo una idea que le llevó a su perdición. Sin embargo, era perfectamente racional: encontrar alguien que contemplase el espejo mágico y hablase con los extraterrestres mientras Dee tomaba notas. En principio, la idea era sencilla. Desgraciadamente, los dos visionarios reclutados por Dee, Barnabas Saul y Edward Talbott, resultaron ser unos canallas de la peor calaña. Se libró con bastante rapidez de Saul, que parece haber sido un espía a sueldo de sus enemigos. En cambio, Talbott, que cambió su nombre por el de Kelly, permaneció aferrado a él. Tan aferrado que arruinó a Dee, sedujo a su esposa, los paseó por Europa, con el pretexto de hacer de él un alquimista, y acabó por destrozar completamente su vida. Dee murió en 1608, arruinado y absolutamente desacreditado. El rey Jacobo 1, que había sucedido a Isabel, le negó una pensión, y Dee murió en la miseria. Nuestro único consuelo es pensar que Talbott, alias Kelly, murió en febrero de 1595, cuando trataba de evadirse de una cárcel de Praga. Como era muy alto y estaba demasiado gordo, la cuerda que había confeccionado se rompió, el hombre cayó y se fracturó las piernas y los brazos. Justo final de uno de los perdularios más siniestros que recuerda la Historia.
A pesar de la protección de Isabel, continuó la persecución contra Dee, cuyos manuscritos' fueron robados, así como buena parte de sus notas.
Reconozcamos que, si se vio reducido a la miseria, lo había merecido en parte. En efecto: después de decirle a la reina Isabel que era alquimista, le pidió ayuda financiera. Isabel de Inglaterra le respondió, con buena lógica, que, si sabía fabricar oro, éste debía bastarle para cubrir sus necesidades. Por último, John Dee se vio obligado, para vivir, a vender su inmensa biblioteca, y su muerte se debió en parte al hambre.
La Historia ha conservado sobre todo los inverosímiles episodios de sus aventuras con Kelly, que son realmente pintorescas. Allí aparece por primera vez, y en particular, el intercambio de mujeres que se ha hecho actualmente tan popular en los Estados Unidos.
Pero estas escenas de Epinal oscurecen el verdadero problema, que es el de la lengua enoquiana, el de los libros del doctor John Dee que no pudieron publicarse jamás.
Jacques Sadoul, en su obra El tesoro de los alquimistas, refiere muy bien el aspecto propia mente alquímico de las aventuras del doctor Dee y de Kelly. Remito a ella al lector interesado.
Volvamos al lenguaje enoquiano y a sus consecuencias. Y hablemos ante todo de la persecución de que fue víctima John Dee, desde que empezó a anunciar que publicaría sus conversaciones con unos «ángeles» no humanos. En 1597, aprovechando su ausencia, unos desconocidos excitaron a la chusma, que asaltó su casa. Cuatro mil obras raras y cinco manuscritos desaparecieron definitivamente, y numerosas notas fueron quemadas. Después, a pesar de la protección de la reina de Inglaterra, prosiguió la persecución. Por último, el hombre destrozado desacreditado, como lo será más tarde Madame Blavatsky, murió, a los 81 años, en 1608 en Mortlake. Una vez mas, la conspiración de los «Hombres de Negro» pareció haber triunfado.
La excelente enciclopedia inglesa, Man, Myth and Magic, observa acertadamente en su artículo sobre John Dee que: «Aunque los documentos sobre la vida de Dee son abundantes, no se ha hecho gran cosa para explicarlo y para Interpretarlo> Esto es perfectamente cierto.
En cambio no faltan las calumnias contra Dee. En las épocas supersticiosas se afirmó que practicaba la magia negra. En nuestra, época racionalista se afirma que era un espía, que practicaba la alquimia y la magia negra para disimular sus verdaderas actividades. Esta tesis es la sostenida por la enciclopedia inglesa que acabamos de citar.
Sin embargo, si examinamos los hechos, vemos ante todo un hombre muy dotado, capaz de trabajar veintidós de las veinticuatro horas del día, lector rapidísimo y matemático práctico de primer orden. Además, construye autómatas y es especialista en óptica, y sus aplicaciones militares, así como en Química.
Es posible que fuese también ingenuo y crédulo. La historia de Kelly lo demuestra. Pero no hay que excluir la posibilidad de que hiciese un descubrimiento muy importante tal vez el más importante de toda la historia de la Humanidad. Me parece muy posible que Dee estableciese contacto por telepatía, clarividencia o cualquier otro medio parapsicológico, con seres no humanos. Era natural, dada la mentalidad de la época, que atribuyese a aquellos seres un origen angélico, más que hacerlos venir de otro planeta o de otra dimensión. Pero comunicó lo bastante con ellos para aprender una lengua no humana.
La idea de inventar una lengua completamente nueva no corresponde a la época de Dee, y tampoco concuerda con su mentalidad. Sólo mucho más tarde, inventará Wilkins la primera lengua sintética. El lenguaje enoquiano es absolutamente completo y no se parece a ninguna lengua humana.
Desde luego, es posible que Dee la sacase íntegramente de su subconsciente o del inconsciente colectivo, pero esta hipótesis es casi tan fantástica como la de la comunicación con seres extraterrestres., Por desgracia, a partir de la intervención de Kelly, las conversaciones son visiblemente amañadas. Kelly las inventa de cabo a rabo y hace decir a los ángeles o a los espíritus lo que le conviene. Y, desde el punto de vista de la inteligencia y de la imaginación Kelly estaba poco dotado. Poseemos notas sobre una conversación en la que pide a un «espíritu» que le preste cien libras esterlinas, a devolver en quince días.
En cambio, antes de conocer a Kelly, Dee había publicado un libro extraño: La Mónada jeroglífica. Había trabajado siete años en este libro, pero, cuando leyó la Esteganografía lo terminó en doce días. Un hombre de Estado de su tiempo, Sir William Cecíl, declaró que «los secretos que se encuentran en La Mónada jeroglífica son de la mayor Importancia para la seguridad del reino».
Naturalmente, se ha querido relacionar estos secretos con la criptografía, cosa que es bastante probable. Pero me parece excesivo que se quiera hacer depender del espionaje todo lo referente a John Dee, pues los alquimistas y los magos utilizaban mucho la criptografía, en formas más complejas que las empleadas por los espías. Yo me sentiría más inclinado a tomar a Dee al pie de la letra y pensar que, por una especie de autohipnotismo producido por un espejo, o por otras manipulaciones, consiguió franquear una barrera entre los planetas o entre las dimensiones.
Desgraciadamente, Y según confiesa él mismo, estaba desprovisto por completo de dotes paranormales. Dio un mal paso al contratar a unos «médíums», y la cosa terminó en desastre.
Por lo demás, un desastre provocado, explotado multiplicado por los «Superiores», que no querían que publicase lisa y llanamente lo que había dicho en clave en La Monada jeroglífica. La persecución de Dee empezó en 1587 y no terminó hasta su muerte. Esta persecución tuvo también lugar en el continente, donde el rey de Polonia y el emperador Rodolfo II recibieron mensajes de advertencia «de los espíritus» contra Dee, y donde el nuncio del Papa presentó al emperador Rodolfo, el 6 de mayo de 1586, un documento en el que se-acusaba a Dee de nigromancia.
Fue un hombre desanimado el que regresó a Inglaterra, negándose a publicar sus obras, y que murió siendo rector del «Colegio de Cristo» en Manchester, cargo que ejerció desde 1595 hasta 1605 y que, según parece, no le dió muchas satisfacciones.
Digamos, a propósito de este cargo, que existe un problema que no ha sido resuelto. Aproxímadamente en la misma época, el zar de Rusia invitó a John Dee a trasladarse a Moscú, en calidad de consejero científico. Percibiría un salario de dos mil libras esterlinas al año, enorme cantidad equivalente a unas doscientas mil libras actuales, dispondría de una mansión señorial y disfrutaría de una posición que, según la carta del zar, «debía hacer de él uno de los hombres más importantes de Rusia». Sin embargo, John Dee rehusó. ¿Se opuso, quizás, Isabel de Inglaterra? ¿O bien fue objeto de amenazas?
Fue un hombre desanimado el que regresó a Inglaterra, negándose a publicar sus obras, y que murió siendo rector del «Colegio de Cristo» en Manchester, cargo que ejerció desde 1595 hasta 1605 y que, según parece, no le dió muchas satisfacciones.
Digamos, a propósito de este cargo, que existe un problema que no ha sido resuelto. Aproxímadamente en la misma época, el zar de Rusia invitó a John Dee a trasladarse a Moscú, en calidad de consejero científico. Percibiría un salario de dos mil libras esterlinas al año, enorme cantidad equivalente a unas doscientas mil libras actuales, dispondría de una mansión señorial y disfrutaría de una posición que, según la carta del zar, «debía hacer de él uno de los hombres más importantes de Rusia». Sin embargo, John Dee rehusó. ¿Se opuso, quizás, Isabel de Inglaterra? ¿O bien fue objeto de amenazas?
No lo sabemos, pues los documentos son demasiado vagos. En todo caso, las numerosas calumnias según las cuales Dee, completamente dominado por Kelly, había recorrido el continente esquilmando, uno tras otro, a los príncipes y a los ricos, no pueden sostenerse si se tiene en cuenta esta negativa. Tal vez temió que el zar le obligase a poner en práctica los secretos que había descubierto, para asegurar a Rusia la dominación del mundo.
Sea de ello lo que fuere, Dee se nos presenta como un hombre que recibió la visita de seres no humanos, que aprendió su lengua y que trató de establecer con ellos una comunicación regular. El caso es absolutamente único, sobre todo tratándose de un hombre del valor intelectual de John Dee,
Desgraciadamente, nada podemos deducir partiendo de lo que nos legó Dee, sobre el lugar donde moraban estos seres, ni sobre su naturaleza física. Dice, simplemente, que son telépatas y que pueden viajar en el pasado y en el futuro. Es la primera vez, que yo sepa, que se formula la Idea del Viaje en el tiempo.
Dee esperaba aprender de estos seres todo el conjunto de las leyes naturales, todo el desarrollo futuro de las matemáticas. No se trataba, pues, de nigromancia, ni siquiera de espiritualidad. Dee adoptaba la posición del sabio que quería descubrir secretos, secretos cuya naturaleza era esencialmente científica. Él mismo se calificaba, en todo momento, de filósofo matemático.
La mayor parte de las notas desaparecieron en el incendio de su casa; otras fueron destruidas. en varias ocasiones, por personas muy distintas. Nos quedan algunas alusiones contenidas en La verdadera relación de Casaubon y en ciertas notas que aún se conservan. Estas indicaciones son sumamente curiosas. Dee afirma, en particular, que la proyección de mercator no es más que una primera aproximación. Según él, la Tierra no es exactamente redonda, o, al menos, está compuesta de varias esferas superpuestas, alineadas a lo largo de otra dimensión.
Entre estas esferas, habría puntos o más bien superficies de comunicación, y, de este modo, GroenIandia se extendería en el infinito sobre otras tierras diferentes de la nuestra. Por esto, insistía Dee en varias instancias dirigidas a la reina Isabel, convenía que Inglaterra se apoderase de Groenlandia, para tener en sus manos la puerta de otros mundos.
Otra indicación: las matemáticas estaban solamente en su principio, y se podía ir mucho más lejos que Euclides, el cual, hay que recordarlo, fue traducido por primera vez al inglés por Dee. Éste tenía toda la razón al afirmar esto, y las geometrías no euclidianas que debían aparecer más tarde confirman su punto de vista.
Es posible, dice también John Dee, construir máquinas totalmente automáticas que realicen todo el trabajo del hombre. Esto, añade, ha sido ya realizado en otra parte, en 1585 ... Ojalá supiésemos dónde.
Insiste también en la importancia de los números y en la considerable dificultad de la aritmética superior. Una vez más, tiene razón. La teoría de los números ha resultado ser la rama más difícil de las matemáticas, mucho más que el álgebra o la geometría.
Es muy importante, observa John Dee, estudiar los sueños, que revelan, a la vez, nuestro mundo interior y mundos exteriores. Este punto de vista, perfectamente jungiano, le sitúa muy por delante de su época. Es esencial, advierte también, ocultar a las masas secretos que pueden ser sumamente peligrosos. Aquí encontramos otra idea moderna. Como la encontramos en el tema permanente del Diario de Dee, a saber, que se pueden conseguir facultades perfectamente naturales e ilimitadas con el conocimiento de la Naturaleza, pero que se necesita gastar mucho dinero en la investigación.
Para tener este dinero buscó la protección de los grandes e intentó fabricar oro. No consiguió ninguna de ambas cosas. Si hubiese podido encontrar un mecenas, habría cambiado el mundo.
Entre las personas a quienes conoció ¿se encontraba William Shakespeare (1564-1616)? Me inclino a creer que sí. Cierto número de críticos shakespearianos están de acuerdo en admitir que John Dee es el original del personaje Próspero, de La Tempestad. En cambio, todavía no ha habido, que yo sepa, antishakespearianos lo bastante locos pata imaginar que la obra de Shakespeare fue escrita por John Dee. Sin embargo, Dee me parece un candidato mejor que Francis Bacon a este respecto.
A propósito, no puedo resistir la tentación de citar una teoría del humorista inglés A. A. Milne. Según él, Shakespeare no escribió solamente su propia obra, sino también Novum Organum, por cuenta de Francis Bacon, ¡que era completamente analfabeto! Esta teoría enfureció a los baconianos, es decir, a los que sostienen que Francis Bacon escribió la obra de Shakespeare.
Liquidemos de pasada otra leyenda: John Dee no tradujo jamás el libro condenado, el Necronomicón de Abdul Al Azred, por la sencilla razón de que esta obra no ha existido nun¬ca. Pero, como dice acertadamente Lin Carter, si el Necronomicón hubiese existido, Dee habría sido, evidentemente, el único hombre capaz de procurárselo y de traducirlo.
Desgraciadamente, el Necronomicón fue inventado de cabo a rabo por Lovecraft, el cual me lo confirmó en una carta. Es una lástima.
La piedra negra, procedente de otro universo, recogida en primer lugar por el conde de Peterborough y, después, por Horace Walpole, se halla actualmente en el «British Museum». Este no permite que se utilice ni que sea sometida a ciertos análisis. Es una decisión lamentable. Pero si los análisis del carbono que compone esta piedra diesen una forma isotópica distinta de la del carbono terrestre, demostrando que la piedra viene de otra parte, todo el mundo se sentiría aturrullado.
La Mónada jeroglífica de Dee puede encontrarse o conseguirse en forma de fotocopias. Pero sin las claves correspondientes a los diversos códigos de la obra, y sin los otros manuscritos de John Dee, quemados en Mortlake o destruidos por orden del rey Jacobo I, no puede servirnos de gran cosa.
Fuente
Bergier, Jacques. Los libros Condenados. Barcelona: Plaza & Janes, 1971
ENOCHIAN ALPHABET: THE ANCIENT LANGUAGE OF ANGELS
FUENTE: Crónica Subterránea
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