27.2.09

Acerca de la visión holográfica del universo (2)

La teoría del campo

A principios del siglo XIX se descubrieron nuevos fenómenos que no se podrían describir mediante la física newtoniana. El descubrimiento y la investigación de los fenómenos electromagnéticos condujeron al concepto de campo. Se definió éste como la condición en el espacio que tiene potencial para producir una fuerza. La vieja mecánica newtoniana interpretó la interacción de las partículas con carga positiva y negativa, como los protones y electrones, diciendo simplemente que dos partículas se atraen mutuamente como dos masas. Sin embargo, Michael Faraday y James Clerk Maxwell consideraron que era más apropiado utilizar el concepto de campo, afirmando que cada carga crea una "alteración" o una "condición" en el espacio circundante de manera que la otra carga, cuando está presente, siente una fuerza. Así nació la concepción de un universo lleno de campos que crean fuerzas mutuamente interactivas. Se contaba, por fin, con un marco científico con el que se podría empezar a explicar nuestra capacidad para afectarnos mutuamente a distancia por medios que no sean la palabra o la vista. Todos hemos pasado por la experiencia de descolgar el teléfono que suena y saber quién está al otro lado del hilo antes de que empiece a hablar. Las madres suelen saber cuándo tienen problemas sus hijos, dondequiera que estén. Todo ello se puede explicar en los términos fijados por la teoría de los campos.
En los últimos 15 o 20 años la mayoría de nosotros ha empezado a utilizar tales conceptos para describir interacciones personales. Estamos empezando a admitir que nosotros mismos estamos formados por campos. Notamos la presencia de otras personas en una habitación sin oírlas ni verlas (interacción de campos); hablamos de buenas o malas vibraciones, de enviar energía a otros o de leer los pensamientos de terceros. Sabemos inmediatamente si nos gusta o nos disgusta alguien, si nos llevamos bien con esa persona o si chocaremos con ella. Este "saber" se puede explicar por la presencia o ausencia de armonía en nuestras interacciones de campos.

FUENTE: Barbara Ann Brennan ("Manos que curan")



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